Cuando a los ocho días, terminado el descanso,
Volvemos a las trincheras,
Nuestro puesto es tan útil
Que sin nosotros nos dan una paliza.
Pero ya está bien, estamos hartos,
Nadie quiere caminar más.
Y con gran tristeza, casi sollozando,
Decimos adiós a los civiles.
Y sin tambores ni trompetas,
Vamos para allá arriba cabizbajos.
Adiós a la vida, adiós al amor,
Adiós a todas las mujeres.
Se acabó, para siempre,
Esta guerra infame.
Es en Craonne, en la meseta,
Donde hay que dejarse la piel.
Pues todos estamos condenados,
¡Somos nosotros los sacrificados!
Ocho días de trinchera, ocho días de sufrimiento,
Y sin embargo hay esperanza,
Pues esta tarde llega el relevo
Que esperamos sin tregua
De repente, por la noche y en silencio,
Vemos que alguien avanza.
Es un oficial de infantería
Que viene a reemplazarnos.
Lentamente en la sombra, bajo la lluvia que cae,
Los pequeños infantes van en busca de sus tumbas.
Adiós a la vida, adiós al amor,
Adiós a todas las mujeres.
Se acabó, para siempre,
Esta guerra infame.
Es en Craonne, en la meseta,
Donde hay que dejarse la piel.
Pues todos estamos condenados,
¡Somos nosotros los sacrificados!
¡Qué penoso es ver por los grandes bulevares
A todos esos peces gordos de juerga!
Si para ellos la vida es rosa,
Para nosotros no ocurre lo mismo.
En lugar de esconderse, emboscados,
Deberían venir a las trincheras
Para defender lo suyo, que nosotros no tenemos nada,
Nosotros, los miserables.
Todos los camaradas están enterrados aquí,
Por defender los bienes de esos señores.
Los que tienen pasta son quienes tienen que estar aquí,
Ya que es por ellos por quien morimos.
Pero ya se acabó, pues los soldaditos
Nos vamos a poner todos en huelga.
Entonces, grandes señores,
Os tocará a vosotros subir a la meseta.
Si queréis hacer la guerra,
Jugaos vosotros el pellejo.